El proyecto Sleepless, de Robert Knight, captura a
través de largas exposiciones aquellas entidades en las cuales transmutamos
durante nuestras noches de insomnio.
La realidad cotidiana cesa de latir, involuntariamente
te cobijas en un pálido eco de su otrora colorida existencia, el cuerpo físico
pierde relevancia, mientras que el doble etéreo extravía su aliento, y todo ello como parte del ritual para
convivir con un incómodo visitante que, sutilmente, nos desquicia: el insomnio.
Este popular fenómeno, que vive de impedir la conciliación del sueño, ha
atormentado al ser humano desde hace siglos y, aparentemente, no exime
contextos culturales ni sociales, ya que se calcula que un 30% de la población
mundial ha erigido al insomnio como un elemento protagónico de sus noches –ya
sea por temporadas, episodios aislados, o como un estado casi permanente.
“Cuando
realmente se torna imposible retirarte y dormir, entonces el deseo de vivir se
evapora de sus propios confines” decía Celine sobre este fenómeno. Y si bien no
es requisito igualar la neurótica fatalidad de este ilustre autor francés, lo
cierto es que millones de personas podríamos coincidir que el insomnio esta,
sin duda, entre los huéspedes menos deseables.
Precisamente el insomnio, cuya poética naturaleza bien
puede hacerla de musa, es la fuente de inspiración de un proyecto fotográfico,
obra de Robert Knight. Sleepless capta esas entidades fantasmagóricas que, como
embajadoras del insomnio, pululan en torno a nosotros durante aquellas noches
angustiosamente estáticas -o mejor dicho, documentan esos fantasmas en los que
nosotros mismos transmutamos al momento en que las hebras del sueño se escurren
de entre las manos.
La idea le
surgió, obviamente, durante una noche en que Knight no lograba entablar un
pacto con el sueño. Y en este sentido, el proyecto representa un admirable hack
“ourobórico” para lidiar con el insomnio, sobretodo si consideramos que esos
momentos suelen ser poco productivos. Fue entonces cuando decidió documentar
sus propias noches en vela, y a través de fotografías de larga exposición,
visualizar los ritmos y figuras del insomnio, como si se tratase de un tétrico,
y a la vez elegante, desfile.
Y lo que
comenzó como una especie de auto-terapia fotográfica, se extendió a un
ejercicio en el que Knight consiguió que otras personas, empezando por su
familia, le permitiesen penetrar ese entorno, por cierto uno de los más íntimos
que tenemos, para registrar la naturaleza estética del “mal dormir”. “Superar las
dificultades técnicas implicó una cierta persistencia. El obturador de la
cámara tiene que ser abierto por el sujeto antes de que se vaya a acostar y
luego, antes de la salida del sol, el obturador debe cerrarse. De otra manera
la fotografía quedará arruinada”.
Pero cuando,
tras acuñar una fórmula exitosa para lograr su objetivo, Knight vio por primera
vez las fantasmales narrativas que se manifestaban en la imagen, entendió que
su larga labor había valido la pena. Y es que resulta innegable que esta serie
fotográfica es uno de los más lúcidos documentos visuales alrededor del
insomnio, exhibiéndolo con una coherencia que, al menos en lo personal, no
recuerdo haber visto en ningún otro caso.
“La apariencia
y color de los espacios se transforman completamente. La figura misma se
convierte en una aparición difuminada, completamente opuesta a la noción de
‘dormir como un tronco’ o ‘dormir profundamente’.”
Para Knight, uno de los beneficios que aporta Sleepless –si, aunque muchos no lo
crean, el arte debiese estar esencialmente comprometido con aportar un
bienestar al creador y al espectador– consiste en transmitirnos la certeza de
que, durante esos momentos de lúgubre ansiedad, no estamos solos, seguramente
estamos sincronizados con muchos otros, que también frotan sus cuerpos contra
las sabanas sin lograr acallar la a veces cruel retórica de nuestra mente –como
el alterego de la comunidad onírica Oneironauticum–.
Pero más allá de ofrecernos esta sensación de compañía durante la próxima vez
que enfrentemos un insomnio, creo que el verdadero valor de Sleepless consiste en compartirnos
una lección un tanto Zen, que a la vez recuerda a la máxima del “veneno es el
antídoto”, pues fue gracias a este indeseable estado que el fotógrafo
neoyorquino creó su más exitoso proyecto artístico. Es decir, logró encontrar
la luz en la sombra, y así purificar sus noches.
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