domingo, 8 de abril de 2012

Enfermero asesino serial - Atrapado por la acción de unos electricistas

“A esa enfermera habría que levantarle un monumento”, dijo uno de los participantes en la reunión del Consejo de Ministros el lunes 26 de marzo luego de escuchar al ministro del Interior, Eduardo Bonomi, relatar los pormenores de la investigación policial que llevó al procesamiento de dos enfermeros por el asesinato de 15 personas.


Entre varias autoridades del Poder Ejecutivo quedó la convicción de que si la funcionaria del Hospital Maciel no recurría a la Policía, Marcelo Pereira y Ariel Acevedo seguirían asesinando pacientes hasta el día de hoy aun cuando las “sospechas” habían llegado a oídos de las autoridades del centro asistencial, dijeron a Búsqueda fuentes del gobierno.

Luego del éxito inicial de la operación “Ángeles”, la Dirección de Crimen Organizado recibe cerca de 20 denuncias por día de personas que creen que un familiar suyo pudo haber sido víctima de los procesados o de algún otro enfermero o doctor que aún este libre.

Pereira y Acevedo fueron imputados de homicidios cometidos en el Hospital Maciel (cuatro) y en la Asociación Española (11).

Una de las líneas de trabajo de la Justicia en el caso de los enfermeros procesados es determinar el grado de responsabilidad de las autoridades de los centros asistenciales en los que ocurrieron los homicidios.

Según los informantes, desde hacía tiempo tres funcionarias sospechaban del enfermero Pereira, dos de las cuales habían transmitido esa opinión a jerarcas del centro asistencial a mediados del 2011.

En noviembre, una funcionaria del Maciel que tenía dudas sobre Pereira recurrió al ex director de Medicina Legal del Instituto Técnico Forense, Guido Berro, para solicitarle asesoramiento sobre un tema poco habitual: quería saber “cómo podía probar” que un enfermero estaba asesinando pacientes.

Berro le sugirió que llevara adelante “una suerte de auditoría” de las historias clínicas, pero que de ninguna manera “se tirase a la piscina” sin pruebas. Además, le explicó que debía “hacer firmar” todos los planteos que hiciera para que quedara constancia de lo que estaba sucediendo.

A partir de esas sugerencias, la enfermera presentó una propuesta al director de la Unidad de Cuidados Cardiológicos del Maciel, José Pedro Patritti, quien en diciembre autorizó la creación de una comisión encargada de hacer un análisis de las muertes en esa área, que es de cuidados intermedios.

En enero, como las investigaciones internas no prosperaban, una funcionaria del Maciel decidió recurrir directamente a la Policía. Durante una reunión con personal de Crimen Organizado, la denunciante contó sus sospechas sobre Pereira y añadió que en la “Asociación Española había un núcleo de enfermeros que mataban gente”. (Búsqueda Nº 1.655)

Las pesquisas avanzaron poco hasta que el 12 de marzo Pereira mató a Santa Gladys Lemos, una paciente del Maciel. Ese hecho llevó a la Policía a tomar declaraciones a varios funcionarios del centro asistencial y a pedirle a las autoridades del hospital que “no tomaran ninguna acción administrativa con el trabajador”, pero extremaran “las medidas de vigilancia en forma sigilosa” sobre el sospechoso, según contó el ministro de Salud, Jorge Venegas. A la dirección del centro asistencial se le dijo textualmente: “Pongan al mejor jugador de su equipo a vigilar al goleador del equipo contrario”.

El enfermero fue detenido el 16 de marzo por la tarde. El juez y los policías tenían claro en ese momento que la evidencia contra Pereira era insuficiente para procesarlo y que si no lograban avanzar rápido deberían dejarlo en libertad una vez cumplido el plazo legal de 48 horas. “No tenían una prueba terminante”, relató Bonomi al gabinete.

El interrogatorio avanzaba y Pereira negaba todo. Después de una hora de fracasos, los agentes decidieron cambiar la estrategia y tenderle una trampa.

“Dejate de mentir que te tenemos filmado”, le dijeron.

Y Pereira cayó. El enfermero lo creyó casi al instante y de ello culpó a “los electricistas”. Es que días antes de su arresto, habían concurrido electricistas al Maciel para hacer unos arreglos, pero el asesino dio por cierto que lo tenían filmado y pensó que esos trabajadores eran en realidad agentes encubiertos.

A partir de ese momento el enfermero se quebró y comenzó a colaborar con la Policía y a confesar la comisión de los homicidios.

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Fuente: Semanario Búsqueda

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